El autodiálogo
Esta es otra de las técnicas que nos pueden ayudar, la cuál tiene un punto fuerte bastante práctico, y es que es fácil de practicar. Suele ayudar a centrar a la persona, redireccionando su atención al presente a través del diálogo cognitivo consigo mismo. El autodiálogo es una capacidad humana natural, que tiene el poder de guiar nuestro ánimo y comportamiento. Muchas veces al día nos sometemos a ello sin darnos cuenta. Por ejemplo, cuando estamos haciendo ejercicio y nos decimos ‘el otro día lo conseguiste, tú puedes acabar esto’; o a nivel emocional, también podemos decirnos ‘aléjate, les haces daño a tus amigos cada vez que les comentas tus problemas’. Como se puede ver, la técnica no busca desarrollar algo que ya existe, sino entrenarlo para que en vez de perjudicar, desatasque a la persona y la saque del ciclo de la frustración.
Tenemos que instruir a los jugadores entrenándoles par que desarrollen su flexibilidad mental. Para deshacer una autoinstrucción negativa o generar una positiva, es necesario ponerlos en contexto. Siguiendo con el ejemplo anterior, podemos realizar un diálogo socrático (preguntas que buscan que la persona encuentre sus propias respuestas) con el fin de que la persona deconstruya esa autoinstrucción. ‘¿Por qué crees que alejarte es la solución?’, ‘¿crees que es extraño que en una amistad se comparta lo malo al igual que suele hacerse con lo bueno?’, ‘¿en qué te basas para afirmar que dañas a los demás de este modo?. Con estas preguntas, la persona ahondará en el por qué de sus pensamientos, logrando ponerlos en duda y contrastarlos con datos reales, como lo que ha pasado la mayoría de veces que ha contado con los demás. Podemos aprovechar un autodiálogo negativo para convertirlo en uno positivo, como ‘haz un esfuerzo aunque te cueste creer que van a recibir tus preocupaciones de buena manera, así no impedirás que exista la oportunidad de que otros te apoyen’.
El autodiálogo aparece en infinidad de situaciones y adquiere las características de las mismas. En ocasiones tendremos más tiempo para elaborarlos, mientras que en otras, simplemente se creará una frase sencilla en la cabeza. Es por ello por lo que podemos diferenciar entre los autodiálogos de instrucción y los autodiálogos de emoción.
Los autodiálogos de instrucción (o autoinstrucciones) son aquellos que, dichos conscientemente (ya sea mental u oralmente), ‘promueven que la persona controle mejor su ansiedad y estrés, para así conseguir un mayor desarrollo en sus tareas’ (DeCaro et al., 2010). Se trata de dar a uno mismo una guía verbal que hable de las tareas y metas que se deba realizar. Está comprobado que esto lleva a ‘mejorar el desempeño de la persona, además de crear un incremento en el control ejecutivo’ (Emerson y Miyake, 2003). Podemos ejemplificar el uso de autoinstrucciones con el caso particular de la persona a la que estemos tratando. Si la persona es alguien que, por ejemplo, quiere mejorar en el LoL, en la posición de support y se ha visto peor últimamente, podemos animarle a que haga autoinstrucciones como ‘voy a comprar un ward y voy a ponerlo en un lugar que favorezca la visión de mi equipo’, ‘lanzo esta habilidad, pero si fallo, no pasa nada. Puedo retroceder y esperar a una mejor oportunidad’. Como este tipo de autodiálogo basa su funcionamiento en el hecho de tener en cuenta los pasos necesarios para realizar una acción o proceso, son realmente útiles en el aprendizaje de nuevas skills. Su funcionamiento es, metafóricamente hablando, similar al de la memoria muscular.
Por otro lado, los autodiálogos de emoción son aquellos que, al igual que los anteriores, se centran en mantener el foco atencional, con la singularidad añadida de provocar un mantenimiento de la motivación en la actividad realizada. Por lo tanto, si las autoinstrucciones sirven para guiar la conducta, se podría decir que el autodiálogo motivacional sirve para guiar el ánimo de la persona, propiciando que siga esforzándose en aquello que está haciendo. Existen dos tipos: unos más generales y otros más específicos. Los primeros buscan que la persona se refuerce a sí misma en una situación concreta, es decir, depende del contexto. Un claro ejemplo sería: ‘Esta no ha sido mi mejor partida, pero aún quedan cuatro más y tengo mucho por ofrecer’. El segundo tipo alude a una acción concreta, lo que sirve para premiar verbalmente aquello que hemos hecho bien y nos ha costado, o tal vez para intentar motivarnos a hacerlo mejor aún la próxima vez que nos enfrentemos a este aspecto. Ejemplos de este tipo de autodiálogo emocional son: ‘¡Bien! Me ha salido el combo que estaba practicando, muy bien hecho’ o ‘Ay, se me ha pasado pulsar este botón. No pasa nada, un par de intentos más y lo acabaré de asimilar’.
Como se puede observar, no invalidaremos en ningún momento nuestra emoción, sino que buscaremos no atascarnos en ella y buscar una mejor manera de reaccionar a la misma. Esto es muy importante, ya que si en vez de asimilar la frustración como parte del proceso, lo que hacemos es huir de ella, no lograremos ningún avance y el tilt crecerá latentemente hasta que estalle y nos dañe más de lo que lo hubiera hecho en un inicio.