Autodiálogos de emoción

Los autodiálogos de emoción son aquellos que, al igual que los anteriores, se centran en mantener el foco atencional, con la singularidad añadida de provocar un mantenimiento de la motivación en la actividad realizada. Por lo tanto, si las autoinstrucciones sirven para guiar la conducta, se podría decir que el autodiálogo motivacional sirve para guiar el ánimo de la persona, propiciando que siga esforzándose en aquello que está haciendo. Existen dos tipos: unos más generales y otros más específicos. Los primeros buscan que la persona se refuerce a sí misma en una situación concreta, es decir, depende del contexto. Un claro ejemplo sería: ‘Esta no ha sido mi mejor partida, pero aún quedan cuatro más y tengo mucho por ofrecer’. El segundo tipo alude a una acción concreta, lo que sirve para premiar verbalmente aquello que hemos hecho bien y nos ha costado, o tal vez para intentar motivarnos a hacerlo mejor aún la próxima vez que nos enfrentemos a este aspecto. Ejemplos de este tipo de autodiálogo emocional son: ‘¡Bien! Me ha salido el combo que estaba practicando, muy bien hecho’ o ‘Ay, se me ha pasado pulsar este botón. No pasa nada, un par de intentos más y lo acabaré de asimilar’.


Como se puede observar, no invalidaremos en ningún momento nuestra emoción, sino que buscaremos no atascarnos en ella y buscar una mejor manera de reaccionar a la misma. Esto es muy importante, ya que si en vez de asimilar la frustración como parte del proceso, lo que hacemos es huir de ella, no lograremos ningún avance y el tilt crecerá latentemente hasta que estalle y nos dañe más de lo que lo hubiera hecho en un inicio.